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.Cincosueltos.No estaba demasiado mal, despu�s de todo.Creyó que lo hab�a conseguidocuando sólo iban cuatro, pero deb�a haber tardado una fracción de segundo m�s de lacuenta.Oh, bueno, de todos modos, �qu� diablos era un tiranosaurus rex?Al menos, ah� fuera no hab�a nadie m�s que Nevis.Sin la cinta para guiarle, Jefri Lion no hab�a tardado demasiado en perderse a trav�sdel laberinto de corredores interconectados.Hab�a acabado adoptando una pol�tica muysencilla: escoger los m�s anchos con preferencia a los dem�s, girar a la derecha si loscorredores ten�an el mismo tama�o y bajar siempre que resultara posible.De momento,parec�a funcionar.Ya hab�a o�do un ruido.Se pegó a la pared m�s próxima, aunque su intento de ocultarse resultó algocomprometido por el incómodo bulto del ca�ón de plasma que llevaba a la espalda, yescuchó.S�, estaba claro que era un ruido y que estaba por delante de �l.Pisadas.Pisadas bastante ruidosas aunque todav�a algo lejanas y que ven�an en su dirección.Deb�a de ser Kaj Nevis dentro de su traje de combate.Sonriendo con satisfacción, Jefri Lion quitó el ca�ón de plasma del soporte y empezó amontar su tr�pode.El tiranosaurio lanzó un rugido.Haviland Tuf pensó que el sonido era francamenteaterrador.Apretó los labios con firmeza en una mueca de disgusto y logró meterse, otromedio metro m�s, hacia el interior del nicho.Decididamente, no estaba nada cómodo.Tufera un hombre de gran tama�o y aqu� dentro no hab�a mucho sitio.Estaba sentado conlas piernas dificultosamente dobladas bajo el cuerpo, ten�a la espalda tan retorcida queempezaba a dolerle y cada vez que mov�a la cabeza se golpeaba con la parte superior delnicho.Sin embargo, no le parec�a la peor de las situaciones posibles.El lugar erapeque�o, cierto, pero le hab�a ofrecido refugio y hab�a logrado ser lo bastante r�pidocomo para llegar hasta �l.Tambi�n hab�a sido una suerte que el banco de trabajo, con todos sus servomecanismos, su terminal de ordenador y su microvisor, estuvieradispuesto sobre una mesa de metal muy gruesa que iba sólidamente sujeta al suelo ya lapared, no siendo la fr�gil pieza de mobiliario habitual que habr�a podido ser f�cilmentebarrida a un lado.De todos modos, Haviland Tuf no estaba del todo complacido consigo mismo.Ten�a lasensación de estar haciendo el rid�culo y de que su dignidad hab�a sido seriamentepuesta a prueba.No cab�a duda de que su habilidad para concentrarse en lo que ten�aentre manos, en un momento dado, resultaba digna de elogio pero, con todo, dicho gradode concentración bien pod�a considerarse como un defecto si le permit�a a un reptilcarn�voro de siete metros de alto acerc�rsele sin ser advertido.El tiranosaurio lanzó otro rugido.Tuf pudo sentir cómo la pared vibraba por encima desu cabeza y de pronto las enormes fauces del dinosaurio aparecieron unos dos metrospor delante de su rostro al inclinarse la bestia hacia �l, apoy�ndose en su gruesa colapara no perder el equilibrio e intentando cogerle.Por fortuna la cabeza del reptil erademasiado grande y el nicho demasiado peque�o.El tiranosaurio se apartó y lanzó unalarido de frustración que hizo rebotar un sinf�n de ecos por toda la estancia.Su cola seagitó nerviosamente estrell�ndose contra la mesa de trabajo y haci�ndola temblar.Algose hizo pedazos en lo alto de la mesa y Tuf frunció el ce�o. Vete  dijo con toda la firmeza de que fue capaz, apoyando las manos sobre suestómago e intentando que su expresión fuera de lo m�s inmutable.El tirano saurio no le hizo el menor caso. Tus vigorosos esfuerzos no te servir�n denada  le indicó Tuf.Eres demasiado grande y la mesa es demasiado resistente, comoya habr�as comprendido si tuvieras el cerebro algo mayor que una seta.Lo que es m�s,indudablemente eres un clon, producido mediante el registro gen �tico contenido dentrode un fósil y, por lo tanto, podr�a decirse que yo tengo m�s derecho a la vida que t�, dadoque t� eres un ser extinguido y deber�as seguir en tal estado.�Largo de aqu�!La r�plica del tirano saurio fue un furioso empellón hacia adelante y un resoplido quetuvo como efecto lanzar sobre Tuf un peque�o diluvio de saliva.Su cola golpeó una vezm�s el suelo.Cuando percibió por primera vez un movimiento por el rabillo del ojo Celise Waan lanzóun chillido de p�nico.Dio un paso hacia atr�s y giró en redondo para enfrentarse.�a qu�? Ah� no hab�anada.Pero ella estaba segura de haber visto algo cerca de esa puerta abierta.Sinembargo, �qu� hab�a sido? Nerviosa, desenfundó su pistola de dardos.Hab�a dejado enel suelo su rifle l�ser hac�a ya un rato.Pesaba mucho y era incómodo de llevar.Elesfuerzo de cargar con �l hab�a empezado a resultarle agotador y adem�s dudaba muchode que fuera capaz de acertar algo con �l.La pistola le hab�a parecido mucho m�sadecuada.Tal y como le hab�a explicado Jefri Lion lanzaba dardos de explosivo pl�stico,por �o cual no le ser�a necesario dar realmente en el blanco y bastar�a con acercarse a �l.Avanzó cautelosamente hacia la puerta y se detuvo junto a ella, levantando la pistola.Quitó el seguro y se arriesgó a echar un r�pido vistazo en el interior.No hab�a nadie.Se dio cuenta de que deb�a ser alg�n tipo de almac�n.Estaba lleno deequipo sellado con pl�stico protector y dispuesto en enormes pilas sobre flotadores.Examinó el lugar, cada vez m�s nerviosa, pensando que quiz� �o hubiera imaginadotodo.pero no.Cuando ya iba a darse la vuelta lo vio de nuevo, una silueta no muygrande pero si muy veloz que apareció en el l�mite de su campo visual y se esfumó antesde que pudiera distinguirla con claridad.Pero esta vez hab�a logrado ver dónde se escond�a.Celise Waan se lanzó en supersecución, sinti�ndose ahora algo m�s reconfortada, despu�s de todo, la silueta erarealmente peque�a [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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