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.»Y andando el tiempo, Amyas se casó con Carolina Spalding.Siempre habían andado a la greña; pero no cabía la menor duda de que se trataba de un matrimonio de amor.Cada uno de ellos bebía los vientos por el otro.Y continuaron queriéndose.Pero Amyas era como todos los Crale: un egoísta despiadado.Amaba a Carolina, pero jamás se le ocurrió tenerle la menor consideración.Hacía lo que se le antojaba.Yo opino que la quería tanto como era capaz de querer a una persona., pero la postergaba mucho a su arte.Éste ocupaba el primer lugar.Y debo decir que en ningún momento cedió el arte su lugar a una mujer.Tenía devaneos con las mujeres.le estimulaban., pero las dejaba plantadas cuando acababa con ellas.No era sentimental ni romántico.Ni era tampoco totalmente sensual.La única mujer que le importaba un poco era su esposa.Y porque ella lo sabía, le aguantaba muchas cosas.Era un pintor magnífico, ¿sabe? Ella se daba cuenta de eso y lo respetaba.Salía en pos de sus amoríos y regresaba de nuevo.generalmente con un cuadro como recuerdo del suceso.«Hubiera podido continuar así si no hubiese topado con Elsa Greer.Elsa Greer.El señor Jonathan sacudió la cabeza.Poirot preguntó:—¿Y por qué Elsa Greer? Dijo el otro inesperadamente:—Pobre criatura.pobre criatura.—Conque.¿esos sentimientos le inspira?Respondió Jonathan:—Tal vez sea porque soy un viejo; pero encuentro, monsieur Poirot, que hay algo en el desvalimiento de la juventud que me conmueve.¡Es tan vulnerable la juventud! ¡Es tan despiadada.tan segura de sí misma! ¡Tan generosa y exigente!Se puso en pie y se acercó a la biblioteca.Sacó un volumen, lo abrió, pasó las páginas.Luego leyó en voz alta:Si la tendencia de vuestro amor es honorable,y vuestra intención matrimonio, mandadme aviso mañanapor uno que yo procuraré para que a vos llegue,de cuándo y en qué hora ejecutaréis el rito,y mi destino a vuestros pies pondréy os seguiré a través del mundo, dueño mío.—He ahí cómo el amor aliado a la juventud, en las palabras de Julieta.Sin reticencias, sin retenciones, sin lo que llaman modestias de doncella.Es el valor, la insistencia, la fuerza despiadada de la juventud.Shakespeare conocía a la juventud.Julieta escoge a Romeo.Desdémona reclama a Otelo.No tienen dudas los jóvenes, ni temores, ni orgullo.Poirot dijo, pensativo:—Así, pues, para usted, ¿Elsa Greer habló con las palabras de Julieta? —Sí.Era una niña mimada de la Fortuna.joven, hermosa, rica.Halló su pareja y la reclamó.No un Romeo joven, sino un pintor de edad madura, casado.Elsa Greer no tenía principios que la cohibieran.Se guiaba por el código moderno: Toma lo que quieras.¡sólo se vive una vez!Exhaló un suspiro, se recostó contra el respaldo de su asiento y volvió a tabalear dulcemente con los dedos sobre el brazo del sillón.—¡Una Julieta de presa! Joven, despiadada, pero horriblemente vulnerable.Jugándoselo todo a una carta.Y al parecer, ganó.Y luego.en el último instante.la muerte interviene.y la Elsa viva, ardiente, gozosa, murió también.Quedó sólo una mujer dura, vengativa, fría, que odiaba con toda su alma a la mujer cuya mano había consumado el hecho.Cambió su voz:—Vaya, vaya.perdóneme que haya caído en lo melodramático.Una joven cruda.con crudas perspectivas de la vida.Un tipo nada interesante en mi opinión.Juventud blanca, rosa, apasionada, pálida, etc.Quitemos eso y ¿qué queda? Sólo una mujer joven, algo mediocre, que busca otro héroe de tamaño natural a quien entronizar sobre un pedestal vacío.—Si Amyas Crale no hubiera sido un pintor famoso.—Justo.justo.Ha comprendido usted admirablemente.Las Elsas de este mundo son adoradoras de héroes.Un hombre ha de haber hecho algo, ha de ser alguien.Carolina Crale, con todo, hubiera podido ver calidad en un dependiente de Banco o un agente de Seguros.Carolina amaba a Crale el hombre, no a Crale el pintor.Carolina Crale no era cruda.Elsa Greer sí lo era.Agregó:—Pero era joven y bella, y a mi modo de ver, infinitamente digna de compasión.Hércules Poirot se acostó aquella noche muy pensativo [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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