X


[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Hab�a una pila de fardos de paja que la aldea hab�a dejado sobre el �ltimo tramo de suelo plano; y un peque�omontoncito de piedras proteg�a la canasta de arroz.37 El entregó la canasta de arroz a Taizu para que la llevara, tomó uno de los grandes fardos y la envió a ella pordelante porque su pierna lastimada le causaba problemas en la subida tan dura, y no ten�a ganas de tenerla atr�scomo testigo de sus bruscos cambios de centro de equilibrio, diciendo: Est�is perdiendo el centro, maestroSaukendar.Decidió no llevar el peso de esa forma, como parte de la lenta campa�a para cambiar su centro de equilibrio:puso la carga sobre m�sculos nuevos hasta que sintió el dolor y empezó a sudar y a perder el aliento, y sintió untirón en la vieja herida al dejar caer el primer fardo en la linde del claro. Puedes llevarlo el resto del camino  dijo, y se volvió y empezó a bajar de nuevo por el sendero.Eso le daba algo de respiro mientras ella llevaba la canasta de arroz hasta la caba�a y despu�s volv�a a bajar lacolina a por la paja.As� pudo bajar m�s despacio, cojeando todo lo que quer�a ahora que no llevaba nada, ymaldiciendo cada paso punzante y doloroso.Era un tonto.Deber�a haber hecho que el muchacho le ayudara y llevara la maldita paja hasta el establo.Elmuchacho lo habr�a hecho con ganas.Se habr�a sentido feliz de hacer eso para el gran Saukendar que estabademasiado cojo para escalar la maldita monta�a.Maldijo a los asesinos que le hab�an hecho eso.Vio la oscuridad, la emboscada, recordó el golpe como si hubierasido ayer, y lo peor era que sab�a que �l mismo ten�a la culpa, porque hab�a dejado que la rabia nublara supensamiento y que un hombre lo atacara desde un costado.Un error en toda una vida.Un error porque en ese momento se hab�a concentrado m�s en matar que ensobrevivir, porque estaba pensando en Meiya y en Heisu y en que morir�a pronto y dejar�a de sentir ese terribledolor.Un error porque en realidad era un hombre, un hombre y no el modelo ejemplar que describ�an las leyendas.Y elhombre cojeaba y cojear�a por el resto de su vida, y le doler�a y perder�a el aliento, porque hab�a sobrevivido aesa emboscada y hab�a llegado hasta los l�mites del Imperio, hab�a decidido vivir y ya no pod�a hacer las cosasque lo manten�an en forma.Un poco de ejercicio ayudaba.Pero no curaba la cojera, no curaba la debilidad.Nada pod�a hacer que Saukendar volviera a ser lo que hab�a sido.Nada pod�a hacer que los a�os fluyeran haciaatr�s, devolviendo los muertos a la vida y eliminando el dolor.Taizu, demonios, lo alcanzó antes de que �l hubiera terminado de bajar la colina, saltando por el sendero lleno dera�ces como una cabrita, contenta como una nutria.Y le sonrió cuando tomó el fardo, grande como un hombre, entre sus brazos.Es demasiado para ti, empezó a decir �l, no por el peso, sino por la forma en que el fardo se enganchaba en los�rboles del sendero, obligando a cambiar la carga de lado, en un camino en el que no hab�a espacio ni paraapoyar los pies.Eso era lo que le suced�a a �l.Sintió punzadas de dolor en las piernas y una sensación de n�useascuando levantó el otro fardo.Maldita muchacha empecinada.Que lo descubra sola.Le har� bien.Pero ella subió por el sendero por delante de �l y la distancia que hab�a entre los dos se hizo m�s y m�s grande, y�l trató de no quedarse atr�s, se esforzó y sudó hasta que, en la cima, el aire que respiraba le supo a metal y elclaro nadó frente a sus ojos en una pel�cula de sudor y dolor.No quiso admitirlo.Dejó caer el peso justo frente a ella y dijo, con pompa: Parece que disfrutas.Ve y trae el resto.Y luego, levantó los fardos por las cuerdas, uno en cada mano, y los llevó sin cojear hacia el establo, mientras lacaba�a y los �rboles nadaban confusos como en una visión bajo el agua.Dejó caer el peso justo en el umbral, fuera de la vista de la muchacha, y se sentó y estiró la pierna y suspiró enpaz un momento, hasta que llegó Jiro, que estaba paseando y hab�a decidido entrar a investigar.El caballo lepuso el morro sobre el hombro.�l le palmeó la cabeza y se levantó.Deseaba que lo hubieran matado en aquella emboscada, �sa era la verdad.Nunca hab�a deseado eso antes, peroahora s�, ahora que ve�a que su juventud hab�a terminado, que su futuro estaba ah� mismo y que ese futuro eracada a�o menor.Eso era lo que le hab�a ense�ado la muchacha, a contar el tiempo de nuevo y a reconocer el paso de lasestaciones, y a ver los cambios que hab�a hecho el tiempo en �l, los cambios que estaba haciendo ahora; y ahoraera incapaz de alcanzar a una muchacha de diecis�is a�os.Arrojó los fardos de paja en el rincón del establo, detr�s de las cercas, fuera del alcance de jiro, y despu�s volvióhacia el sendero.Estaba a mitad de camino cuando Taizu llegó con la carga.Por lo menos, ahora ella tambi�n sudaba y jadeaba por el esfuerzo; as� que �l se sintió casi caballeroso al decir: Yo lo llevo.�Cu�ntos quedan abajo? Dos. Baja de nuevo  le dijo.Y �l tomó el camino hacia arriba, dejó caer el fardo en el borde del claro y volvió a bajar para encontrarse conella, que sub�a luchando contra la pendiente, esta vez mucho m�s abajo.Ella se detuvo cuando �l llegó hasta all�.Le dio el peso y volvió a bajar. No  dijo �l.Es demasiado para una chica.Sube la colina. Yo puedo  dijo ella, y con una mirada mareada y un jadeo, se equilibró por el sendero y se lanzó hacia abajopor donde hab�a venido.38 �l la miró con los ojos muy abiertos, el aliento agitado y mucho cansancio.Sent�a un gusto a cobre en la boca.La miró un largo rato, despu�s tomó el fardo y siguió adelante, luchando contra las ramas, hasta que llegó a la�ltima ladera, menos poblada de �rboles.Hab�a recuperado el aliento, y ahora se encontraba bastante bien, salvoel dolor en la pierna.Ajustó las cuerdas a los hombros, hizo una respiración profunda y tomó la �ltima ladera a la carrera.Llegó a la cima y cayó sobre una rodilla cuando el fardo se enganchó en una rama, y durante un momento muydoloroso no tuvo aliento para soltarse.Despu�s se levantó de nuevo, furioso.Algo le hab�a desgarrado el m�sculo sobre la rodilla, y el fardo sujeto por el hombro contra un �rbol era lo �nicoque imped�a que volviera a caerse de dolor.La boca se le llenó de saliva, se le nublaron los ojos; cuando volvióen s� todav�a estaba de pie apoyado contra el �rbol, y las cuerdas del fardo le cortaban la piel de los hombros.Nosab�a si podr�a moverse sin desmayarse, pero sab�a que la muchacha volver�a pronto y no pensaba dejar que loviera as�.As� que recuperó el equilibrio y empujó el tronco para enderezarse, y trepó lo que quedaba del camino asi�ndosede rama en rama con las manos, hasta que llegó a la parte llana del claro y vio la caba�a lejana, sintiendo suspiernas temblorosas, sin saber si la rodilla derecha podr�a con su peso en el próximo paso.S�, claro que s�, aunque fuera a rega�adientes.Caminó; en medio del dolor se dio cuenta de que el establo estabacerca, y de que pod�a llevar la paja hasta all�, pero quer�a sentarse en la galer�a, �se era todo su pensamiento, yseguir recto era lo �nico que pod�a hacer: si giraba sobre esa pierna, iba a quedar tirado en el suelo y no pensabasoltar el fardo ni admitir que hab�a tenido que hacerlo.Llegó a la galer�a, sin saber cómo.Dejó caer el fardo.Se sentó en el borde de la escalera y sintió el fr�o delviento en las ropas empapadas de sudor.La muchacha llegar�a y lo encontrar�a ah� sentado, impotente: por el momento, no pod�a siquiera trepar losescalones y entrar a la caba�a para tirarse en el jergón; y no pensaba arrastrarse por la escalera y que ella loatrapara en esa posición.Ma�ana.pensó, ma�ana la pierna entera se le paralizar�a de dolor [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • blondiii.htw.pl


  • Drogi użytkowniku!

    W trosce o komfort korzystania z naszego serwisu chcemy dostarczać Ci coraz lepsze usługi. By móc to robić prosimy, abyś wyraził zgodę na dopasowanie treści marketingowych do Twoich zachowań w serwisie. Zgoda ta pozwoli nam częściowo finansować rozwój świadczonych usług.

    Pamiętaj, że dbamy o Twoją prywatność. Nie zwiększamy zakresu naszych uprawnień bez Twojej zgody. Zadbamy również o bezpieczeństwo Twoich danych. Wyrażoną zgodę możesz cofnąć w każdej chwili.

     Tak, zgadzam się na nadanie mi "cookie" i korzystanie z danych przez Administratora Serwisu i jego partnerów w celu dopasowania treści do moich potrzeb. Przeczytałem(am) Politykę prywatności. Rozumiem ją i akceptuję.

     Tak, zgadzam się na przetwarzanie moich danych osobowych przez Administratora Serwisu i jego partnerów w celu personalizowania wyświetlanych mi reklam i dostosowania do mnie prezentowanych treści marketingowych. Przeczytałem(am) Politykę prywatności. Rozumiem ją i akceptuję.

    Wyrażenie powyższych zgód jest dobrowolne i możesz je w dowolnym momencie wycofać poprzez opcję: "Twoje zgody", dostępnej w prawym, dolnym rogu strony lub poprzez usunięcie "cookies" w swojej przeglądarce dla powyżej strony, z tym, że wycofanie zgody nie będzie miało wpływu na zgodność z prawem przetwarzania na podstawie zgody, przed jej wycofaniem.