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.Pero en el cuerpo humano, ese comportamiento es consecuencia de las leyes de la fÃsica, actuando en miles de millones de moléculas.Con las Copias, hemos hecho trampas, en aras de la eficiencia.No hay moléculas ni leyes de la fÃsica; simplemente pusimos el resultado final, la biologÃa, a mano.—¿Y eso ofende tu sensibilidad artÃstica?—No es eso.Las Copias tienen su lugar.y cuando llegue el momento, prefiero ser software asqueroso a estar muerta.Lo que digo e que son inútiles si lo que quieres saber es qué tipo de fÃsica puede soportar qué tipo de vida.—Una importante pregunta de nuestro tiempo.Maria se sintió sonrojarse de rabia, pero dijo con calma:—Quizá no.Pero resulta que la encuentro interesante.Y aparentemente también Paul Durham.Y quizá sea una pregunta demasiado abstracta para considerarse ciencia.quizá trabajar en el Autoverso no es más que matemática pura.O filosofÃa.O arte.Pero tú no pareces tener problemas en pasar un año en Seúl, practicando tu propia forra de arte inútil a costa de los contribuyentes coreanos.—Es una universidad privada.—Entonces a costa de los estudiantes coreanos.—Nunca dije que hubiese algo de malo en aceptar el trabajo.Simplemente no quiero verte jodida si ese hombre resulta estar mintiendo.—¿Qué podrÃa ganar mintiendo?—No lo sé.Pero todavÃa no entiendo qué gana si está diciendo la verdad —se encogió de hombros—.Pero si eres feliz, yo soy feliz.Quizá salga bien.Y sé que como van las cosas no puedes permitirte ser melindrosa.¿Melindrosa?Maria empezó a reÃrse.Era ridÃculo discutirlo según los términos de Aden.Durham no le estaba tomando el pelo, no estaba malgastando su tiempo; iba completamente en serio.las notas lo demostraban.Trescientas páginas; meses de trabajo.HabÃa llevado el plan todo lo lejos que habÃa podido sin tener que aprender él mismo las complejidades del Autoverso.Y quizás ella todavÃa no entendÃa sus motivos; pero quizá no habÃa nada que «entender».Cuando habÃa estado inmersa en las notas, no habÃa habido ningún misterio.En sus propios términos, el plan de Durham era.natural, evidente.Un fin en sà mismo, que no requerÃa ninguna deprimente explicación enraizada en el mundo de la gloria académica o la ganancia económica.Aden dijo:—¿Qué te hace tanta gracia?—No importa.Él se movió en el sillón y la miró de forma extraña.—Bien, al menos no tendrás que malgastar el tiempo en Seúl buscando trabajo.Eso hubiese sido un aburrimiento.—No voy a ir a Seúl.—Bromeas.Negó con la cabeza.—¿Cuál es el problema? Puedes hacer ese trabajo en cualquier parte, ¿no?—Probablemente.SÃ.Es sólo.Maria sintió algo de incertidumbre.Él parecÃa genuinamente herido.HabÃa dejado claro que se irÃa sin ella, si tenÃa que hacerlo, y eso era comprensible.Compositor en residencia era su trabajo perfecto, y ella no tenÃa nada que oponer a eso, nada que perder si lo acompañaba.Él podrÃa haber expresado su posición de forma más diplomática, en lugar de hacerla sentir como equipaje extra.pero eso tampoco probaba que intentase alejarse de ella, ni tampoco era un crimen imperdonable en sà mismo.A veces carecÃa de tacto.PodÃa vivir con ello.—¿Qué te pasa? Te encantarÃa Seúl.Sabes que sÃ.Ella dijo:—Me gustarÃa demasiado.HabrÃa tantas distracciones.Este proyecto va a representar mucho trabajo, lo más duro que haya hecho nunca, y si no puedo dedicarle toda mi atención, va a ser imposible —habÃa empezado como una excusa ad lib, pero era cierto.TenÃa seis meses, si no para construir un mundo, al menos para bosquejarlo; si no comÃa, dormÃa y respiraba, nunca lo acabarÃa, nunca le darÃa vidaAden bufó.—¡Eso es ridÃculo! Ni siquiera tienes que escribir un programe que funcione.Tú misma lo dijiste, siempre que realices un esfuerzo razonable, lo que le des será más que suficiente.¿Qué iba a decir Durham? «¿Lo siento, pero no creo que esta babosa llegue siquiera a inventar la rueda?»—Hacerlo bien me importa a mÃ.Aden no dijo nada.Luego:—Si quieres quedarte por tu madre, ¿por qué no lo dices?Maria se sorprendió.—Porque no es cierto.Él la miró furioso.—Sabes, iba a ofrecerme a quedarme aquà contigo.Pero no quisiste hablar de ello.Maria desentrañó el comentario.—¿Eso es lo que viniste a decirme? ¿Que si planeaba quedarme en Sydney por Francesca, rechazarÃas el trabajo en Seúl?—Sà —dijo él como si hubiese sido evidente desde siempre—.Se está muriendo.¿Crees que me irÃa y te dejarÃa aguantarlo sola? ¿Que tipo de mierda crees que soy?No se está muriendo; va a ser escaneada.Pero no dijo eso.—A Francesca no le importa si me quedo o me voy.Me ofrecà mudarme con ella, pero no quiere que nadie cuide de ella.Y menos aún yo.—Entonces ven a Seúl
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