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.Siguiente ritual.No tengas miedo.Te iré indicando.¿Gung? OK. Puedes aún salirte. N. ¿Seguro? Ssss.Fuimos hasta el lugar donde me esperaba Natoma.Tomó mi brazo.El Jefe se situó trasella, y M'bantu tras de mí.No se dónde diablos habría conseguido M'b los materiales, perohabía blanqueado ceremonialmente su rostro y pintado sus cabellos color ocre rojizo.Loúnico que le faltaba era el escudo y la lanza.No puedo pretender el recordar todos losdetalles de matrimonio ritual; todo lo que recuerdo es a Sequoia pasándome lasinstrucciones en XX° y a M'bantu improvisando un comentario antropológico que sin dudahubiera mejorado mi cerebro si lo hubiera escuchado.Finalmente, mamá y papá nos escoltaron hasta el interior de la xipi.Natoma parecíapreocupada hasta el momento en que los cuatro bravos trajeron la dote y la depositarondelicadamente en el suelo.Su cabeza seguía baja, y mantuvo las distancias hasta elmomento en que nos dejaron solos y yo cerré la entrada y até las cuerdas con un doblenudo.Fue entonces cuando estalló.Hay que desconfiar de las tímidas: se convierten endemonios.Su cabeza se irguió, altiva y sonriente.Se desnudó en dos segundos.Era india, y no teníaun solo pelo en su translúcida piel.Se arrojó sobre mí como un gato montés.no, como lahija del más poderoso Sachem de la reserva del Erie, decidida a recuperar en diezsegundos diez años perdidos.Desgarró mis ropas al arrancármelas, me derribo deespaldas, se echó encima mío y empezó a murmurar en cherokee.Me masajeó el rostrocon sus cremosos senos mientras sus manos exploraban mi entrepierna."Heme aquíviolado", pensé.Se arqueó y condujo su Prado hacia mí.Era una virgen recia, y fue difícil ydoloroso para los dos.Cuando finalmente lo conseguimos, el dolor desapareció en pocossegundos.Ella se echó a reír y lamió mi rostro.Luego sacó un lienzo y nos secarnos.Yo pensaba que íbamos a quedarnos tranquilamente acostados, acariciándonos, perohabía olvidado la tradición, las costumbres, el ritual.Se levantó, abrió la entrada de la xipiy salió, orgullosa y desnuda, blandiendo el ensangrentado lienzo como un estandarte.Diola vuelta completa, y el calypso se hizo frenético.Luego entregó el lienzo a mamá, que loguardó reverentemente, y por fin regresó a mi lado.Esta vez no fue frenético, no; tierno, sereno, compartido.No era amor.¿Cómo podría serloentre dos extraños que ni siquiera hablaban la misma lengua? Pero éramos dos extrañosque por arte de magia habían sido llevados a unirse, y esto era algo que hacía siglos queno me había ocurrido.S., estaba atrapado, y empezaba a darme cuenta de que erarealmente amor.Salida: Historias de Amor Conmovedoras.Entrada: unión apasionada.Y el aura nos envolvía.Ignoro cuánto tiempo duró aquello, pero cuando ocurre algo asípensamientos de todos los colores cruzan sin ser invitados en todas direcciones por tucabeza.Recordaba a un tipo que tenía la costumbre de cronometrarse.Un virguero.Pensaba en lo similares que son el aura pasional y el aura epiléptica.¿Es esa acaso unaforma de hacer el amor con el universo? Entonces tenemos suerte.Pensaba, pensaba,pensaba, hasta hallarme más allá de todo pensamiento.Condenada virgen: quería empezarlo todo de nuevo desde el principio.¿Cómo explicar,cuando uno no hable cherokee, que las baterías necesitan ser recargadas? Empezarnos a hablar por señas, mezcladas con risas y bromas.Al primer momento había tomado aNatoma como una chica seria y decidida, sin un excesivo sentido del humor.Ahora medaba cuenta de que la tradicional vida de la reserva la había compartimentalizado.No teníala costumbre de dejar ver todas sus facetas a la vez.Pero aprendía aprisa.Uno no intimacon Curzon el loco sin que parte de su locura se le transmita.De pronto Natoma se llevó un dedo a los labios para recomendarme silencio y prudencia.Permanecí silencioso y prudente.Ella avanzó de puntillas hasta la entrada de la xipi y laapartó bruscamente, como para sorprender a un espía.El único espía era uno de los lobosque, sin duda bajo instrucciones de M'bantu, guardaba nuestra intimidad.Regresó a milado charloteando y riendo, y abrió el enorme baúl de cuero cordobán que contenía sudote.Levantó la tapa como esperando una explosión.Luego me hizo señas de queacudiera a su lado y mirara.Miré.Era exactamente lo que había esperado: baratijashechas a mano.Ella apartó las baratijas, y jadeé.En una serie de gavetas forradas con terciopelo había un servicio de mesa completo delsiglo dieciocho en porcelana real de Sévres para doce.No había existido nada comparabledesde hacía siglos, y hoy en día ni un catorce coma nueve uno siete por ciento bastaríanpara comprarlo.Había sesenta y dos piezas, y el modo cómo un tal servicio había ido aparar a la manos de la familia Adivina era un misterio que debería ser desvelado a sudebido tiempo.Natoma vio mi expresión, lanzó una carcajada, tomó un plato, lo lanzó alaire y lo atrapó.Estuve a punto de desmayarme.Sequoia había dicho la verdad: me habíacasado por encima de mi clase.Tenía que explicarle que ella era para mí un tesoro más valioso que su magnífica dote.Asíque cerré la tapa del baúl, me senté sobre ella, puse sus piernas y sus brazos a mialrededor, y se lo expliqué tan gentil y tiernamente que se echó a llorar y a reír al mismotiempo al ritmo de sus suspiros, mientras sus manos aferraban mis hombros.Yo tambiénreía y lloraba al mismo tiempo, y nuestros húmedos rostros se apretaban el uno contra elotro, y pensé que Jonás tenía razón.Durante doscientos años había vivido tan sólo para unplacer mecánico.Hoy estaba enamorado por primera vez, al parecer, y aquello me haciaamar y comprender a aquel maldito mundo de lunáticos en el que vivía. 6Hacia las siete de la mañana el tronar de una tos ante la xipi nos despertó.Nosdescubrimos tan enroscados el uno con el otro que nos echamos a reír.Ella me teníacogido con una presa de cabeza y anclado con una pierna alrededor de mi cadera, demodo que no había ninguna posibilidad para mí de escurrirme.Yo tenía una manodepositada sobre un bol de crema y la otra en la galería de arte, probablemente paraasegurarme de que ambas cosas eran reales [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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